En México el 70% del agua dulce se destinó al campo y cerca del 50% se perdió en el camino. La agricultura regenerativa se planteó como estrategia para la seguridad alimentaria y el uso eficiente del agua.
En el país solo un 10% de las tierras cultivadas, aproximadamente un millón de hectáreas, utilizó prácticas de agricultura regenerativa, según especialistas del CyMMIT. La transición hacia modelos sostenibles se consideró necesaria para impulsar la producción y aumentar la resiliencia de los productores.
La degradación del suelo impactó de manera directa en la productividad agrícola, la economía de las zonas rurales y la resiliencia climática. Regenerar la tierra se definió como una necesidad urgente para asegurar la permanencia del campo mexicano.
México ocupó el segundo lugar en América Latina en niveles de estrés hídrico. Garantizar el agua para personas, ecosistemas e industrias requirió coaliciones que impulsaran cambios sistémicos en el manejo de recursos naturales.
Agricultura regenerativa: una respuesta urgente
Las prácticas regenerativas, como rotación de cultivos, cero labranza y cobertura con rastrojo, mantuvieron la productividad agrícola en contextos críticos. En 2023, considerado uno de los años más secos, las parcelas convencionales registraron pérdidas totales, mientras que las regenerativas lograron entre 4 y 6 toneladas por hectárea.
Además de proteger los cultivos, estas prácticas redujeron entre 20% y 30% los costos de producción. La rentabilidad de los agricultores mejoró, aunque la adopción de estas técnicas enfrentó retos, como el miedo a perder productividad inicial, la necesidad de capacitación técnica y la falta de financiamiento para servicios ecosistémicos.
Proyecto piloto de Kilimo en el Estado de México
En este contexto, Kilimo inició un proyecto piloto en Lerma y Apaxco, Estado de México, con enfoque en la gestión del agua como eje articulador de la agricultura regenerativa.
El piloto buscó reducir la baja absorción de los suelos, mejorar la retención y generar beneficios medibles en biodiversidad y productividad. La metodología del Número de Curva de la WBA se aplicó para medir la infiltración de agua y los beneficios volumétricos entre 2025 y 2026.
Aunque el piloto llevaba poco más de seis meses, se proyectó que en un lapso de uno a dos años se observarían mejoras en la retención e infiltración de agua. En un plazo de tres años se contempló contar con indicadores sólidos para productores e inversionistas.
Durante la presentación, Carmen Guerrero Sotelo, Climate Solutions Manager de Kilimo en México, afirmó que la agricultura regenerativa representó más que una técnica, al enfocarse en la eficiencia hídrica, la resiliencia de los agricultores y la vitalidad del suelo.
Beneficios esperados y retos de implementación
Entre los beneficios esperados, los organizadores destacaron la reducción de erosión en las cuencas, mayor retención de agua y captura de carbono. También se señaló la posibilidad de contar con más hectáreas bajo manejo mejorado, disminución de costos de operación y acceso a programas de capacitación.
Otro de los puntos mencionados fue la competitividad internacional. La trazabilidad y la sustentabilidad se presentaron como herramientas para responder a la demanda global de alimentos libres de deforestación y con procesos de producción transparentes.
México contó con más de 4.6 millones de unidades de producción agropecuaria, de las cuales el 56% trabajó con parcelas menores a dos hectáreas. Estos pequeños agricultores resultaron los más afectados por la degradación del suelo, aunque también quienes podrían impulsar la regeneración con financiamiento y apoyo técnico.
Kilimo planteó que la integración de datos, la eficiencia en el uso del agua y la adopción de prácticas regenerativas representaron la vía para abrir un campo más rentable y resiliente. El agua se señaló como conector clave entre comunidades, empresas y ecosistemas.