México, la IA y su Frankenstein; por Hugo González en El Universal

México, la IA y su Frankenstein; por Hugo González en El Universal

noviembre 13, 2025 0 Por Hugo González

La semana pasada, durante otro de esos interminables foros de tecnologías de la información, un participante lanzó una burlona queja sobre el presupuesto destinado a ciencia y tecnología. Su elocuencia convenció a varios, pero este reportero dudó de su coherencia. Sólo mencionaba ejemplos sueltos (como el auto eléctrico Olinia), sin entender el cuadro completo de cómo el gobierno busca ensamblar su criatura digital. 

En su defensa, podemos decir que todavía no se tenían detalles de los planes del gobierno federal en materia de tecnología y cómo está buscando México su propio Frankenstein.  

Efectivamente, me estoy fusilando la metáfora que la secretaria de Desarrollo Económico de la Ciudad de México, Manola Zabalza, utilizó ayer durante la inauguración del Foro México IA+ Inversión Acelerada.  

En el evento organizado por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Nvidia y otros empresarios, la funcionaria capitalina dijo que la criatura del Dr. Frankenstein representa cualquier innovación tecnológica y la reacción de miedo inicial que a menudo tenemos hacia ellas. En su versión moderna, el rayo que le da vida al monstruo no es la electricidad, sino la inteligencia artificial. 

Zabalza propuso lo que llamó una “tecnología humanizadora”, una idea que suena casi poética en tiempos de algoritmos que escriben poemas. La tecnología debería servir para hacernos más humanos, no menos. Bajo esa bandera, mencionó metas como aumentar la esperanza de vida, reducir la mortalidad infantil, mejorar el entendimiento cultural y derrotar la pobreza. Objetivos nobles, sí, pero también bastante quiméricos. 

Sin embargo, la titular de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti), Rosaura Ruiz, retomó la metáfora del monstruo pero le puso un bisturí técnico. Dijo que el gobierno busca fortalecer una economía basada en el conocimiento mediante la colaboración entre ciencia, academia, gobierno y sector productivo. Eso suena a juntar las piezas dispersas del cuerpo tecnológico nacional y ver si, con un poco de electricidad presupuestal, se mueve.  

Ruiz recordó que la presidenta Claudia Sheinbaum ha insistido en vincular ciencia y empresas porque la revolución de la inteligencia artificial ya está transformando la economía global. Según datos internacionales, el uso de IA en empresas pasó del 55% en 2023 al 78% en 2024, y México fue el segundo país latinoamericano con más inversión privada en IA, alcanzando 444 millones de dólares. La funcionaria explicó que la Secihti busca conectar a la comunidad científica con el sector productivo, uniendo a universidades, centros de investigación e industria. 

Entre las piezas de este experimento nacional está el Clúster Nacional de Supercómputo e Inteligencia Artificial, encabezado por el Consejo Consultivo de Transformación (CCT), junto con la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT). Participan instituciones como la UNAM, el Cinvestav, la Universidad de Guadalajara, la BUAP y el IPN. Su objetivo es fortalecer las capacidades nacionales en procesamiento masivo de datos y formar el cerebro del monstruo, es decir, la infraestructura de cómputo. 

También se creará una Comisión de Análisis Normativo, encargada de revisar las reglas internacionales y proponer ajustes locales para garantizar que la IA mexicana no termine descontrolada. La idea es usar la inteligencia artificial de forma ética y responsable.  

Además, se pondrá en marcha un Laboratorio Interuniversitario de Inteligencia Artificial, donde se desarrollen soluciones aplicadas a salud, energía, movilidad, seguridad y medio ambiente. 

Para animar al sector privado a unirse al experimento, Rosaura Ruíz convocó a empresas e inversionistas a integrarse en las iniciativas y a contratar investigadores y doctores. Según la propia secretaría, el 60% de las patentes nacionales de 2025 provienen de universidades y centros públicos, lo que confirma que la academia produce las ideas, pero el capital aún duda en adoptarlas. 

Como parte del impulso, el gobierno propone tres instrumentos de política tecnológica. Se trata de un portafolio de 12 proyectos “FARO”, un programa de residencias y una ventanilla de coinversión ágil. Los proyectos “FARO” abordarán temas como energía, transporte, finanzas, medio ambiente y gobierno digital. Las residencias permitirán que investigadores trabajen directamente con empresas que enfrentan desafíos tecnológicos reales, y la ventanilla servirá para financiar infraestructura, datos y capacitación bajo reglas claras de propiedad intelectual. 

En paralelo, el país promueve “México Innovación”, el programa coordinado por la ATDT y presentado por la misma presidenta Sheinbaum la semana pasada en Tlahuac. Su objetivo es formar 25,000 jóvenes en inteligencia artificial durante el próximo año, con cursos de seis meses diseñados junto con el Tecnológico Nacional de México y empresas tecnológicas internacionales. Los egresados obtendrán certificaciones y, en teoría, empleos en proyectos de IA del gobierno o la iniciativa privada. 

El plan también contempla que la ATDT contrate a 300 jóvenes capacitados para proyectos iniciales centrados en resolver problemas nacionales como el pronóstico del clima, la recaudación fiscal y la eficiencia aduanera. En estos experimentos, la IA será el rayo que anime a la burocracia dormida. 

El proyecto involucra a la Secihti, la Secretaría de Economía, la Secretaría de Educación Pública, el IPN y los centros del CCT. La meta final es resolver desafíos nacionales y atraer inversión extranjera con base en el desarrollo de tecnología nacional. O al menos intentarlo. 

Así, México sigue buscando su propio Frankenstein tecnológico. Uno que combine la cabeza académica, el cuerpo empresarial y el corazón político sin que se descomponga al primer chispazo presupuestal. La metáfora es afortunada, las nuevas tecnologías siempre generan miedo, pero en el caso de México, el miedo no es al monstruo, sino a que, como en la novela original, no sepamos como controlarlo y volverlo más humano. 

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