Parece que cada 19 de septiembre la tierra decide recordarnos lo frágiles que somos y la respuesta social sigue siendo la misma: “otra coincidencia”. Mientras los memes circulan y las cadenas de WhatsApp se llenan de teorías, lo verdaderamente urgente pasa de largo. Tristemente, la falta de cultura del aseguramiento de bienes en México es un área de oportunidad enorme.
Datos de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) reportan que el sismo del 19 de septiembre de 2017 representó el quinto siniestro más costoso en la historia del país, con pagos por 1,510 millones de dólares. El de 1985 tampoco se quedó atrás, con 1,155 millones de dólares en indemnizaciones. Aun así, parece que la lección no se aprendió.
De acuerdo con cifras del INEGI, citadas por la consultora Eikos, tres de cada cuatro viviendas en México no tienen seguro. Y si hablamos de empresas, el panorama tampoco inspira confianza. La industria manufacturera apenas alcanza un 21% de cobertura contra sismos, seguida por vivienda con 20%, oficinas con 15%, sector público con 11% y el comercio al por menor con un triste 7%.
Es cierto, ya tenemos muchos avances en la cultura de la prevención con simulacros, brigadas y hasta alertas sísmicas en el celular; pero de ahí a estar preparados financieramente para un desastre hay mucha diferencia. La neta, un simulacro no paga la nómina ni reconstruye el local de la plaza comercial o la tiendita de la esquina. En ese terreno entran los seguros.
GMX Seguros,empresa mexicana especializada en Responsabilidad Civil y Daños, pone sobre la mesa la diferencia entre un seguro tradicional y uno paramétrico. El primero requiere daños visibles y un ajustador que confirme la pérdida. En palabras simples: hay que esperar, presentar pruebas y aguantar semanas o meses para ver un peso. En cambio, el paramétrico funciona con parámetros pactados, como la magnitud de un sismo. Si se cumple la condición, se paga la indemnización haya o no daños físicos. Así, el seguro paramétrico podría soltar recursos casi de inmediato. Claro, siempre y cuando el contratante haya tenido la brillante idea de contratarlo.
Eikos advierte que un seguro permite mantener la continuidad operativa de un negocio. Sin él, un local con daños puede tardar meses en reabrir, tiempo en el que la nómina, la renta y los proveedores no esperan. Y no olvidemos la responsabilidad con terceros; si alguien resulta afectado dentro de las instalaciones, la empresa debe responder legal y financieramente.
El problema es que, en México, asegurar bienes aún se percibe como lujo o gasto innecesario y cada septiembre rezamos para que la tierra no nos cobre la factura. La realidad es que no se trata de causalidad ni de coincidencia cósmica, sino de causalidad financiera. El costo de no estar asegurados siempre termina siendo mayor que la prima que evitamos pagar.