Los ATM evolucionan a multivendor y ponen bajo control las redes de autoservicio bancario

Los ATM evolucionan a multivendor y ponen bajo control las redes de autoservicio bancario

diciembre 9, 2025 0 Por Redacción

Por Martin Espinel, VP Comercial de Auriga Latam

En América Latina, el efectivo sigue siendo un componente esencial del sistema financiero, un pilar que mantiene su relevancia en la vida cotidiana, aun cuando está perdiendo terreno de manera gradual y heterogénea.

Prueba de ello es que ante el crecimiento de la banca digital, los cajeros automáticos continúan siendo un punto clave de contacto, especialmente en entornos donde la bancarización avanza a ritmos desiguales. Lejos de ser un signo de atraso, esta realidad refleja una fase distinta de evolución hacia modelos de autoservicio financiero inteligente, en los que los cajeros se transforman en plataformas multifuncionales.

En este proceso, la tecnología multivendor se ha consolidado como un factor decisivo. Permite a las entidades gestionar, desde una única plataforma, redes compuestas por equipos de distintos fabricantes. Al desvincular el software del hardware, los bancos obtienen eficiencia operativa, reducen los costos de mantenimiento y logran una visión unificada de sus operaciones. Esto se traduce en mayor control, mejor planificación del efectivo y más agilidad para desplegar nuevos servicios.

Pero la integración no termina en la gestión de la infraestructura. El verdadero valor del modelo surge cuando se extiende hacia la experiencia del cliente, conectando el ecosistema físico con el digital. Y es ahí donde entra en juego la omnicanalidad.

Integración y omnicanalidad: experiencia sin fricciones

El cliente actual espera poder moverse con fluidez entre canales. Quiere iniciar una operación en su smartphone, completarla en un cajero y obtener soporte inmediato desde una sucursal digital o por videollamada. La omnicanalidad hace posible esta experiencia continua, al integrar en tiempo real los distintos puntos de contacto.

En la práctica, esto significa que cada canal deja de funcionar como un silo independiente y pasa a formar parte de un sistema conectado, donde la información fluye de manera segura y sincronizada. El resultado es una banca más ágil, escalable y centrada en el cliente, capaz de ofrecer servicios personalizados y coherentes, sin importar el punto de acceso.

Sin embargo, esta interconexión también plantea un desafío crítico: garantizar la seguridad de toda la red.

Ciberseguridad: proteger la confianza

Una infraestructura integrada es, por definición, más eficiente, pero también más expuesta. En los últimos años, América Latina ha visto un aumento sostenido de incidentes de malware en cajeros automáticos y ataques dirigidos a redes bancarias. Estas amenazas, cada vez más sofisticadas, exigen un enfoque preventivo y continuo.

Las entidades financieras están adoptando modelos de ciberseguridad bancaria proactiva, basados en la supervisión permanente de los dispositivos y en el principio de Zero Trust: no confiar en ningún punto del sistema sin verificarlo. La protección abarca desde la autenticación de los equipos hasta la monitorización en tiempo real de transacciones y actualizaciones de software.

Una estrategia de seguridad sólida no solo protege los activos financieros, sino que también preserva el activo más valioso del sector: la confianza del cliente.

Inclusión y sostenibilidad operativa

La digitalización por sí sola no garantiza el acceso universal a los servicios financieros. En una región caracterizada por grandes contrastes, la inclusión financiera sigue siendo la gran tarea pendiente.

La integración tecnológica y los modelos multivendor pueden convertirse en una vía para alcanzarla. Al permitir la interoperabilidad entre distintas redes y la gestión compartida de infraestructuras, los bancos pueden ofrecer servicios más accesibles y sostenibles, incluso en zonas rurales o de baja rentabilidad comercial. La distribución equitativa de los costos de operación entre los distintos actores del ecosistema genera redes más resilientes y económicamente viables.

Una infraestructura integrada y segura no solo optimiza los procesos internos; también amplía el alcance del sistema financiero y contribuye al desarrollo económico local.

De cara a 2026, la modernización de la banca en América Latina no será una opción, sino una necesidad estratégica. La integración tecnológica, la gestión multivendor y la omnicanalidad constituyen los pilares de una nueva etapa donde eficiencia, seguridad e inclusión avanzan de la mano.

La banca que logre convertir la integración en una ventaja competitiva será la que lidere el próximo ciclo de crecimiento del sector: una banca más abierta, colaborativa y centrada en el cliente. En definitiva, la integración tecnológica no es solo una tendencia, sino el hilo conductor que une el presente y el futuro de la banca latinoamericana.

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