Dicen por ahí que “del plato a la boca se cae la sopa” y, aunque no me gusta pecar de optimismo, tampoco puedo ignorar lo que está a punto de ocurrir en el sector telecomunicaciones. Hoy te digo, con optimismo moderado, que ya casi se nos hace el milagrito del espectro radioeléctrico.
Y no es ningún luchador de la AAA sino el tema que ha sido un lastre para la competencia, una barrera para la inversión y un tema tabú en las oficinas de Hacienda. Pues resulta que el asunto ya se está moviendo y, si todo sale como parece, pronto veremos un nuevo modelo para su cobro.
Hace exactamente dos meses (20 de agosto) en una de mis colaboraciones escritas te dije que había grandes posibilidades de ver cambios en el cobro del espectro radioeléctrico. El milagro está a punto de suceder.
Entonces no había señales claras de reducción, pero sí de una transformación en las reglas del juego. Bueno, pues la semana pasada se aprobó en el Congreso la Ley Federal de Derechos 2026 y, aunque aún falta la implementación, ya es casi un hecho que las condiciones actuales no seguirán igual.
Vuelvo a decirlo. No sé si bajará el costo, solo que cambiará. ¿Cómo? Con un enfoque más flexible y funcional que recompense a quienes usen eficientemente el espectro.
Hoy parece que cambiará el esquema de cobro por el espectro. Hasta donde pude averiguar, el descuento en el pago de derechos por el uso de las frecuencias se discutirá pronto. Será uno de los primeros temas que definirá el pleno de la nuevecita Comisión Reguladora de Telecomunicaciones (CRT), que ya va a comenzar a sesionar.
Y si bien el precio del espectro se ha reducido en un 14.8% en términos reales desde 2022 al no realizar ajustes inflacionarios; la propuesta de CRT es de mayor alcance y se acercará el precio al promedio internacional.
La idea es que si los operadores invierten en hacer más rentable su porción de espectro (más cobertura, mejor calidad, y despliegue en zonas desatendidas) entonces podrán acceder a beneficios fiscales o descuentos en sus pagos anuales. Algo justo, lógico y que otros países ya aplican desde hace años. En otras palabras: quien le invierta, le gana.
Este nuevo modelo busca atender zonas que históricamente han sido olvidadas por la conectividad. Por ejemplo, los tramos carreteros donde hoy en día, además de no tener señal, también se pone en riesgo la seguridad del usuario. Así, el espectro no solo será una herramienta comercial sino también un factor de desarrollo nacional y seguridad pública.
Pero el cambio no se queda ahí. También se contempla la liberación de bandas en zonas no atendidas para promover la competencia y evitar la subutilización. Un objetivo que empata perfectamente con la política de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha defendido un modelo de gestión de recursos públicos más eficiente y equitativo, similar al que ya aplica en materia de recursos hídricos.
Otro punto a favor es que ésta propuesta sería una iniciativa nacional y no (como algunos auguraban) una imposición o presión desde Washington derivado de la revisión del TMEC. Solo faltaría resolver el agravio de tener un operador grandotote y dominante.
Aún queda por resolver el eterno tema del operador dominante, que concentra gran parte del mercado y que distorsiona la competencia. Pero al menos, con un nuevo esquema de derechos, las condiciones se igualarían un poco para los jugadores más pequeños.
Quienes pensaban que con la creación de la CRT se espantaría la inversión y se desincentivaría al capital privado, se van a quedar con las ganas. Al contrario, la ley contempla como uno de los objetivos del nuevo regulador el impulso a la inversión, precisamente facilitando esquemas más rentables para el uso del espectro.
Así que, si la CRT logra ejecutar esta propuesta sin tropiezos, bien podría ganarse la medalla de héroe del sector. Hablamos de un cambio que podría corregir décadas de rigidez y convertir al espectro en una herramienta de desarrollo, en lugar de ser solo una fuente de recaudación para Hacienda.
Todavía no es tiempo de brindar, pero sí de estar atentos. El milagrito del espectro está cerca. Y si no se cae la sopa, podríamos estar frente a una de las reformas más relevantes para la conectividad del país en los últimos años.
Del puerto al algoritmo
Mientras algunos siguen viendo los puertos como fierros, concreto y grúas, Hutchison Ports México ya piensa en código. En el XXIX Congreso de la Asociación Mexicana de Agentes Navieros (AMANAC), Carlos del Castillo presentó nGen, el sistema operativo portuario que la empresa usa para mover contenedores… y datos. En Veracruz, Manzanillo, Lázaro Cárdenas y Ensenada, la logística ya no depende solo de músculo, sino de algoritmos.
Bajo la batuta de Jorge Magno Lecona, la compañía usa inteligencia artificial para planear rutas, operar grúas a distancia y coordinar vehículos autónomos. Todo ocurre en centros de control que parecen sacados de una película de ciencia ficción, aunque aquí los protagonistas son los operadores y no los superhéroes.
Los resultados se miden en toneladas y emisiones pues la empresa redujo su intensidad de carbono en 27 % y busca llegar al 54 % para 2030. Nada mal para un negocio que, hasta hace poco, medía su eficiencia en contenedores movidos y no en líneas de código escritas.
La digitalización portuaria dejó de ser promesa y se volvió competencia. En el comercio global, los buques siguen moviendo carga, pero el software ya mueve el puerto.