Cuando la burocracia en el registro de obras frena la innovación cultural

Cuando la burocracia en el registro de obras frena la innovación cultural

diciembre 17, 2025 0 Por Jorge Arturo Castillo

Claves del Futuro

Registrar un libro en México pasó de ser un trámite funcional a convertirse en un proceso que desalienta a autores y editores debido a criterios administrativos cada vez más rígidos y poco claros, y cuando la protección de la autoría se transforma en un laberinto burocrático, no solo se afecta a los creadores, sino que la innovación cultural y el desarrollo de la economía creativa terminan pagando la factura.

Jorge Arturo Castillo

Durante mucho tiempo, registrar un libro en México fue un trámite razonable. No perfecto, pero funcional. El proceso cumplía con su objetivo esencial: dar certeza jurídica a la autoría y proteger la creación intelectual. Hoy, esa lógica parece haberse extraviado entre formularios, observaciones administrativas y criterios que cambian sin previo aviso. Y cuando eso ocurre, no solo se afecta a los autores: se lastima a toda una industria que ya enfrenta retos estructurales profundos.

Hablar de propiedad intelectual no es un tema menor en un entorno donde la economía del conocimiento, la creatividad y los contenidos son activos estratégicos. En la práctica, sin embargo, el registro de obras se ha convertido en una carrera de resistencia. Observaciones que antes no existían ahora surgen por detalles formales: que si el libro ya viene diseñado, que si incluye un logotipo editorial, que si el título menciona a una institución, que si el comprobante bancario “no cumple” aun cuando el pago fue realizado. El trámite avanza, se detiene y vuelve a empezar.

El problema no es la existencia de reglas. Toda institución pública las necesita. El verdadero reto está en la interpretación rígida y poco transparente de esas reglas, así como en la falta de criterios homogéneos. Cada rechazo implica tiempo perdido, desgaste profesional y, en muchos casos, volver a pagar derechos. Desde una lógica de eficiencia administrativa, resulta difícil justificar por qué errores que no afectan la autoría ni los derechos patrimoniales generan costos adicionales para el usuario.

En un país que busca impulsar la economía creativa, este tipo de fricciones administrativas actúan como freno silencioso a la innovación cultural.

Industria editorial: entre la transformación y el rezago normativo

La industria editorial ha cambiado de manera radical en los últimos años. Hoy los libros nacen pensados para convivir en múltiples formatos: impresos, digitales, bajo demanda, con identidad gráfica definida desde el primer momento. Las editoriales independientes —muchas de ellas autogestivas, pequeñas o híbridas— son parte activa de este ecosistema y representan innovación, diversidad y nuevos modelos de negocio.

Sin embargo, algunos criterios administrativos parecen anclados en una lógica del pasado. Cuestionar que una obra tenga diseño editorial o identidad gráfica desde su origen es desconocer cómo opera hoy el mercado. Penalizar el uso de logotipos editoriales o exigir aclaraciones excesivas por la mención de nombres institucionales en títulos va en sentido contrario a la libertad de análisis, investigación y opinión que caracteriza a una sociedad democrática.

Mencionar a una institución en un título no implica aval, patrocinio ni beneficio económico. Es, muchas veces, una herramienta legítima de análisis crítico o contextual. Cuando estas prácticas se convierten en focos de conflicto administrativo, el mensaje que se envía al creador es de incertidumbre, no de protección.

Desde una perspectiva de innovación, el registro de obras debería ser un proceso ágil, claro y acompañado, no un laberinto donde cada observación reinicia el trámite. Si hay errores, deberían poder solventarse sin costos adicionales. Si hay dudas, tendrían que resolverse con criterios públicos, accesibles y consistentes.

La transformación digital no solo aplica a empresas tecnológicas o al sector salud. También es urgente en instituciones que gestionan derechos intelectuales en un mundo donde los contenidos circulan cada vez más rápido.

Modernizar procesos para proteger el futuro

Este debate no es teórico. Muchos autores y editores enfrentan hoy procesos prolongados, con rechazos sucesivos por interpretaciones administrativas cambiantes. El resultado es desgaste, pérdida de tiempo y una sensación de indefensión que desalienta la creación. Todo esto ocurre en un contexto donde el número de lectores disminuye, los tirajes se reducen y las librerías enfrentan cierres constantes.

Complicar el registro de obras en ese escenario es ir a contracorriente del fomento cultural y de la economía del conocimiento.

Por eso resulta pertinente hacer un llamado respetuoso pero firme a la Mtra. Karina Luján Luján, directora general del Instituto Nacional del Derecho de Autor, designada en noviembre de 2024 con la misión de fortalecer los registros y la protección de las obras creativas en México. Agilizar procesos, capacitar al personal, unificar criterios y facilitar los trámites no es una concesión: es una responsabilidad institucional alineada con los desafíos del presente.

En un país que apuesta por la innovación, la tecnología y el talento, registrar un libro no debería ser un acto de resistencia. Debería ser un trámite confiable, transparente y eficiente. Porque cuando la burocracia ahoga a la creación, el impacto no es solo administrativo: es cultural, económico y estratégico.

Pensar el futuro también implica revisar cómo protegemos las ideas hoy.

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