Si ya estamos cansados de traer los zapatos mojados, de sacar el paraguas todos los días y de ver las redes inundadas (literalmente) con videos de coches flotando en calles convertidas en ríos improvisados, prepárate: los expertos dicen que esto apenas empieza. Las lluvias más frecuentes, más intensas e incómodas serán la nueva normalidad en México.
Pero ¿qué estamos haciendo para prevenir, captar y reutilizar los miles de millones de litros de agua que caen? Urgen soluciones porque mientras una parte del país se ahoga, otra parte se seca.
Entre gobiernos, empresas y ciudadanía parece que seguimos esperando a que llegue un milagro en lugar de invertir en tecnologías que permitan aprovechar ese recurso que hoy se va directo al drenaje.
El problema no es falta de tecnología, sino falta de visión. En todo el mundo ya se están usando sistemas de agua inteligentes que combinan sensores, software y análisis de datos en tiempo real. Son soluciones que permiten detectar fugas antes de que se conviertan en un socavón, ajustar el consumo de energía de bombas, o incluso anticipar fallas en el sistema con mantenimiento predictivo. Pero aquí seguimos discutiendo si la lluvia es culpa del cambio climático o castigo de Tláloc.
Existen plataformas como SCADA, que conectan computadoras, sensores, válvulas y hasta dispositivos de Internet de las Cosas. Todo para que un operador, desde una computadora o celular, pueda monitorear qué pasa con el agua en sitios remotos. Y aunque suena caro, es infinitamente más barato que reparar infraestructura colapsada cada temporada de lluvias.
Mientras tanto, la Inteligencia Artificial (IA) ya se mete en estos sistemas para procesar datos sobre flujo, presión y calidad del agua. Eso permite no solo detectar anomalías, sino proyectar escenarios futuros y preparar a tiempo a las autoridades. Es decir, usar datos para gobernar, no ocurrencias. Lo malo es que eso requiere de alguien que se atreva y empiece a invertir.
Los sistemas inteligentes de agua nos dejarían menos fugas, menos energía desperdiciada, menos costos operativos y un servicio confiable. Además, la recopilación digital de datos facilitaría cumplir con los reguladores, lo que evitaría la excusa de “no tenemos información”.
Incluso ya tenemos gemelos digitales, es decir, modelos virtuales que simulan cómo reaccionará la infraestructura ante distintos escenarios como lluvias extremas, sequías o fallas eléctricas. Son herramientas que ya usan ciudades en Europa o Asia para planear inversiones. Y aquí seguimos poniendo costales de arena en las calles y las puertas de las casas.
Lo más frustrante es que hay soluciones, pero muchos prefieren seguir culpando al clima, a las constructoras, al vecino que tira basura.
La pregunta no es tecnológica sino política. ¿Quién se atreverá a romper el ciclo de la negligencia hídrica? ¿Empresas que ven interrumpidos sus procesos productivos? ¿Ciudadanos que pagan caro por agua de garrafón? ¿Municipios que gastan millones en reparar daños que podrían evitarse con sensores de unos cuantos miles de pesos?
En México hemos demostrado ser creativos para adaptarnos al desastre. Ahí están las cubetas en patios y azoteas, los tinacos extra, las bombas improvisadas. Pero eso no es estrategia, es sobrevivencia.
La combinación de IA, aprendizaje automático y monitoreo en tiempo real puede transformar la gestión del agua. Pero si seguimos dependiendo de ocurrencias sexenales, el agua seguirá siendo vista como problema y no como oportunidad. Porque lo que hoy se desperdicia podría convertirse en motor de desarrollo, ahorro de energía y garantía de salud pública.
El agua ya es un servicio digital en muchos países. Aquí, en cambio, seguimos atrapados en el anacronismo. Lo triste es que, mientras ellos deciden, millones de litros de agua siguen yéndose al drenaje o destruyendo calles en forma de inundaciones.
El agua ya nos rebasó y la tecnología existe. Lo que falta es voluntad. Y mientras no aparezca, seguiremos mojados, secos o ambas cosas al mismo tiempo.
Farmacia digital
Otro segmento que está llegando a una madurez digital y con alto impacto entre la sociedad es el farmacéutico. Y no solo estoy hablando de los fabricantes de medicamentos o distribuidores, sino de las mismas farmacias, las que llegan el público final.
Ayer, por ejemplo, se relanzó el servicio de Prixz, la primera farmacia de origen digital en México. Se relanzó porque desde 2016 están en el mercado logístico y en 2020, antes de la pandemia, se dieron cuenta que el segmento de medicamentos era muy prometedor. Sergio Pérez (así como nuestro Checo), cofundador y director de Prixz, me explicó que la empresa inició como un emprendimiento con socios mexicanos e internacionales, siendo entre 5 y 7 socios, incluyendo 4 corporativos.
En 2022 ya cerraban una Serie A con una valoración superior a los 100 millones de dólares. Desde entonces la cifra no ha hecho más que inflarse.
Según Comscore, Prixz ya es la cuarta farmacia a nivel nacional y la primera 100% digital. Su promesa va desde entregas en 30 minutos en ciudades con dark stores hasta llegar a comunidades remotas de Guerrero, Chiapas y Oaxaca gracias a paqueterías aliadas. El modelo se basa en una red que combina bodegas ocultas y tecnología para reducir costos y tiempos.
La empresa dice haber crecido 1000% en tres años y planea mantener el ritmo hasta 2028, cuando calcula que el 25% de las compras en farmacias serán digitales (hoy apenas son 8%). Ellos no se quedan atrás en el uso de la Inteligencia Artificial pues la usan para leer recetas con 98.9% de precisión, sugerir productos relacionados sin jugar al doctor y optimizar rutas de entrega para contaminar menos.
Su catálogo también intimida al sumar entre 12,000 y 15,000 productos frente a los 2500 de una farmacia tradicional. En medicamentos crónicos, sus precios pueden ser entre 50% y 60% más bajos, lo que suena bonito para quienes sufren más del bolsillo que de la presión arterial.
Con licencias en regla y un equipo de químicos que valida recetas, Prixz no ofrece consultas ni se mete en tratamientos. Su público tampoco es solo el millennial pues más del 10% de sus clientes tiene más de 60 años. Su modelo de negocio, basado en algoritmos y cajas discretas se atreve a decirle a las cadenas tradicionales: súbanse al tren digital o quédense contando cajas de paracetamol.
Pan y ladrillos
Invertir en ladrillos siempre ha sido el sueño mexicano. Pero ahora, gracias a Dividenz, la plataforma de tecnología financiera e inversión; ya no hay que esperar a quitar la cimbra ni pelearse con el maestro de obra que hace San Lunes. Su nuevo juguete se llama Panera Bread Lease. Son tres locales en Illinois, rentados desde hace más de 20 años por la cadena que vende pan y café.
El chiste está en que los inversionistas latinoamericanos pueden meter su dinero en un local que ya existe y que ya tiene inquilino. Nada de renders bonitos y promesas eternas de “próxima entrega”. Aquí, la renta ya está firmada y el café ya está servido.
El momento tampoco es casualidad. Según la National Association of Realtors, los mexicanos se ubicaron en 2025 entre los tres principales compradores de vivienda en Estados Unidos, soltando 4,400 millones de dólares y pagando 53% más que otros extranjeros. Mientras tanto, la JLL asegura que el Real Estate Retail creció 23% en el primer semestre, para sumar 28,500 millones de dólares.
Con esas cifras, Dividenz busca posicionar a Panera Bread Lease como una alternativa para inversionistas que buscan estabilidad y exposición en el mercado estadounidense.