Idilio de Amor, volumen 1; por @Pepec_86

Por Fernando Galván

La semana pasada se realizó la prueba femenil y varonil del skateboarding en los Juegos Olímpicos de Tokio, y de inmediato a mi mente llegaron recuerdos, suspiros y anhelos de ese amor que mantengo con la patineta.

Eran principios del milenio y sí, fue amor a primera vista, también, como todo amor de primavera hubo reclamos, antagonistas e incluso quien me tachó de “vándalo” por practicar un deporte de “gabachos”.

Mi relación con la tabla fue complicada, con escasos 13 años, el dinero y los altos costos de los trucks, baleros, ruedas y boards, hacían que cuidara en exceso mi preciado tesoro, pero gracias a ello mejoré la técnica, fui precavido, incluso amenazado por mi padre, no me compraría otra patineta hasta que fuera mi cumpleaños o en su defecto, reyes magos.

Al igual que las primeras sensaciones con el amor, fui incomprendido, menos mal que eso del corazón es ciego e incluso sordo, como dice la banda skate, me aferré a mi gusto y aunque fui corrido de cuanto lugar puedas imaginar, debo decir que eso también ayudó a que mejorara día con día, sabía muy bien que tenía pocas oportunidades de rifar el gap y eso hacía que la concentración fuera mayor.

Poco a poco se incrementó el nivel y eso contrajo nuevas amistades, hasta el día de hoy mantengo algunas de esas relaciones en las que nada importaba la clase social, el color de piel, los ingresos de los padres, las creencias religiosas y políticas, lo que nos unía era el gusto por la tabla, por conocer lugares y por patinar hasta que el día terminara.

Bonitos recuerdos sin duda; antes éramos pocos y mal vistos, rebeldes es mucho decir, pero éramos agredidos por la gente, por la policía y hasta por los perros, pero hoy todo cambió, incluso me atrevo a decir que lo que vivimos el fin de semana pasado es un parteaguas para que la patineta gane más adeptos, tenga más apoyo y cada vez haya más banda.

Estas medallas no solo son de Yuto o de Momiji; son de Miguel, Jorge, Bruno, el “Choy”, Sergio, Pablo, Bernardo, Marío Saenz, Fernan, el “Pekas”, el “Nenos”, Shadi, Polo May, Michael Scott, Rodney Mullen, y toda esa banda que me inspiró a patinar, que me permitió conocerles y que refrendó mi amor por algo que pasó de ser para vagos, malvivientes y de jodidos, a un deporte que genera respeto y admiración, que reparte medallas y que hará que más niños quieran ser Yuto o Momiji.

Todos los que vimos esas finales de skate vimos concretados muchos sueños que afortunadamente se cumplirán para muchas y muchos, que nos alegran el corazón y que nos hizo recordar esos años en los que solo importaba patinar, patinar y patinar.


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